Se ausentó durante días de toda distracción de fuera. Lo único que le sostenía en pie era dar las atenciones vitales necesarias a su compañera de cuatro patas. Y se obligaba a ello. Se obligaba.
Intentaba que el amor que ella le daba, pese a estar un poco enferma, le diera los motivos para seguir como antaño. Seguir, que no es sólo ESTAR, a pesar de la tristeza y desilusión / el enfado y la flojera, seguir viviendo. Se esforzaba. Lo hizo. NI la peludita lo dudaba. Los primeros días, y antes fueron los primeros meses… luego fueron años. Ahora miraba el sol por la balconada y a los que paseaban por la calle peatonal.
La luna quiso esos días estar blanca, redonda y pletórica… y ella al verla sólo quería llorar, llorar porque hasta hace unos meses, aún el amanecer de un nuevo día esperanzador y la luna de cada noche eran un motivo para aguantar la humedad de la almohada mojada por las lágrimas de su soledad.
Luego sólo lo fue la luna. Era su motivo para llegar a coger a la noche y coger el sueño. Perder los pensamientos activos, tan vivos durante 24 horas y sus 60 minutos cada una de ellas y dejar llegar a las pesadillas.
Luego sólo fue atender a la gatita y que no se le traspasara su pena.
Ya no. Ya sabía que los días engañados en buscar traslados, nuevos aires y esperanzas en su nueva vida, eran como la llamada “mejoría” que le llega al que se había acercado, con el riesgo de su vida al acantilado, en el que si tienes la mala suerte de asomar un día de viento, casi cabreado, nada iba a impedir que cayeras en picado.
Buenas tardes, vivimos situaciones q nos llevan al borde del abismo, pero hay q seguir unos días mejor y otros no tanto. Un fuerte abrazo y mucho ánimo.
Me gustaMe gusta
Hermosa gatita y hermosas tus palabras.
Me gustaMe gusta
👏👏👍
Me gustaMe gusta