Bajé a perderme para intentar encontrarte en la oscuridad de los recovecos de aquella urbanización desconocida para ti.
Bajé para vagar despacito diciendo en bajo tu nombre y tarareando a la vez que secaba las lágrimas que brotaban sin cesar de mis ojos.
Andando sin rumbo y desde luego consciente de que si tu desaparición era real y no la pesadilla en la que me veía inmersa, sólo yo sabía que se esfumaba cualquier atisbo de esperanza para encontrar motivos y motivos para seguir.
Andando sintiéndome culpable porque sabía que yo te suelo bastar, donde estas y estoy estamos bien. Pero te había sacado de tu zona de comfort, de tu seguridad y bajo un calor “terral” abrasador.
Y recé. Recé mientras entre decía tu nombre, cantaba la nana, lloraba, abría y cerraba puertas de vestuarios, baños, soportales y hasta del portal para encontrarme en mitad de la carretera.
Recé y recé y le dije “Dios este no es el momento”. Le dije que no me hiciera eso. Que sin ti, ahora, no iba a poder. “Dame tiempo a volver al trabajo, a empezar clases de yoga, a conocer más mundo que quizás me retenga con aliento aquí. “PERO AHORA no…”
Y apareciste. GRACIAS. Gracias.
🙂
Qué bien que apareció.
Un beso Winnie.
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